
Imaginar cómo será el futuro es un ejercicio tan habitual y antiguo como la propia humanidad. Somos seres curiosos, ávidos por conocer, y en ese afán entran tanto la investigación como la exploración y, por qué no, la especulación. Desde las utopías idealistas hasta las distopías aterradoras, hemos intentado hacernos una idea de por dónde nos llevará el progreso. Eso no quiere decir que acertemos ni de lejos. Nuestras ideas están repletas de sesgos, y además tenemos tendencia a creer que el presente es más duradero de lo que en realidad es. En cierto modo, no llegamos a comprender la omnipresencia del cambio y la posibilidad de imprevistos. Por ejemplo, el futuro imaginado antes de la pandemia del Covid hubiera sido muy distinto al que es hoy, y no por la pandemia en sí misma: algo se quebró y cambio, para peor, nuestra perspectiva desde entonces.
Existen especialistas que se dedican a intentar analizar las tendencias y descubrir, así, cómo será el futuro que, conscientes o no, estamos ya construyendo. Los avances tecnológicos, los desafíos climáticos y el retorno de la exploración espacial están transformando nuestro mundo a un ritmo vertiginoso. El cambio cada vez es más rápido. Tradicionalmente, la ciencia ficción ha servido como un laboratorio de ideas, anticipando innovaciones y alertando sobre sus peligros. Pero, ¿qué escenarios son los más probables?
Cómo será el futuro cercano de la humanidad: tendencias que están moldeando el mundo
Inteligencia Artificial y automatización

La Inteligencia Artificial ya está revolucionando el mundo laboral y social. Sistemas avanzados están automatizando tareas antes reservadas para humanos, desde diagnósticos médicos hasta la producción industrial. Sin embargo, la velocidad en el avance de la tecnología no va de la mano de un avance en el pensamiento humano: la filosofía, la ética, tendrían mucho que aportar en la compatibilidad de estas herramientas y los avances tecnológicos futuros con la humanidad en sí misma. Sin embargo, el humanismo está en crisis y totalmente denostado, arrinconado ante los fuegos artificiales de la tecnología. Pero solo la ética parece sometida, también lo están los movimientos sociales que debieran articular una respuesta ante la revolución económica que estas herramientas pueden provocar: ¿Qué sucederá con los trabajadores cuyos empleos sean reemplazados? ¿Se puede garantizar un equilibrio entre eficiencia y bienestar humano? ¿Qué garantizará la equidad en el reparto de los recursos, en el acceso a herramientas y distintos estratos, cómo funcionará la movilidad social horizontal y vertical? Esta tecnología podría mejorar nuestra calidad de vida, optimizando el consumo de energía, mejorando la educación personalizada y permitiendo avances en la medicina de precisión, pero no servirá de nada si olvidamos que somos humanos.
Cambio climático y sostenibilidad

El cambio climático es una de las mayores amenazas para el futuro de la humanidad. El calentamiento global, el aumento del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad exigen respuestas urgentes. No, conquistar Groenlandia para conseguir materia prima y fabricar coches eléctricos no es una de ellas. Las energías renovables, la economía circular y la geoingeniería podrían ser algunas de las soluciones en desarrollo. En particular la geoingeniería da un miedo tremendo, porque cuando nos ponemos a manipular cosas como el clima, podemos mejorar aspectos pero casi siempre a costa de empeorar otros. Las variables son infinitas (por más alta que sea la capacidad actual de cálculo). Todas estas vías nos permiten pensar en ciudades inteligentes y sostenibles, con edificaciones que generen su propia energía y minimicen el impacto ambiental. Sin embargo, también podría tener sus componentes negativas: conflictos por recursos hídricos, migraciones masivas y desastres naturales cada vez más frecuentes.
Exploración espacial y asentamientos fuera de la Tierra
Desde la llegada del hombre a la Luna en 1969, y con el fin de la carrera espacial de la Guerra Fría, la exploración espacial ha avanzado lentamente. Hoy sin embargo parece que empresas privadas como SpaceX y Blue Origin están acelerando la carrera por colonizar Marte y otros cuerpos celestes, han visto una oportunidad de negocio y de satisfacción de egos voraces. En las próximas décadas podría establecerse una base lunar permanente, mientras que misiones tripuladas a Marte podrían sentar las bases de colonias humanas autosuficientes. La explotación de recursos espaciales, como el agua en los asteroides o la minería extraterrestre, podría cambiar la economía global. Pero también existen dudas: ¿Será este un futuro accesible para toda la humanidad o solo para una élite económica?

Siempre hemos imaginado colonizar el espacio, como se colonizaron remotas islas en el pacífico. Pero de nuevo, si nuestra capacidad social y humanista no evolucionan a una velocidad similar con la tecnología, los desequilibrios aparecerán con toda su fuerza.
Cómo serían los futuros alternativos: ¿hacia dónde podríamos ir?
El futuro no es una línea recta, sino un abanico de posibilidades y caminos con curvas y retrocesos, con patrones incomprensibles, como los brazos del delta de un río. La sociedad cambia y se abren distintos caminos ante nosotros: algunos esperanzadores, otros inquietantes. La ciencia ficción ha jugado un papel clave en ayudarnos a imaginar estos futuros alternativos y a reflexionar sobre las decisiones que tomamos hoy.
Una utopía tecnológica: avances que podrían mejorar la humanidad
En un futuro utópico, los avances científicos y tecnológicos podrían liberar a la humanidad de muchas de sus cargas. Un mundo en el que la inteligencia artificial se utiliza para erradicar enfermedades, mejorar la educación y garantizar el acceso universal a recursos básicos. La automatización podría permitir una sociedad post-trabajo donde las personas se dediquen a la creatividad (pero no parece muy realista cuando la IA generativa está copando estas áreas), el conocimiento o el cuidado mutuo. De nuevo, falta innovación social suficiente como para creer mínimamente en una utopía tecnológica. La biotecnología podría alargar la vida y mejorarla (y de hecho las investigaciones se están beneficiando y acelerando mucho actualmente gracias a los recursos ya existentes), y la energía limpia haría posible un planeta más habitable. Estas visiones optimistas no son meras fantasías: encierran un potencial real de nuestro ingenio y capacidad de cooperación.
Posibles futuros distópicos: riesgos del desarrollo descontrolado

Pero el mismo progreso puede convertirse en amenaza si no se regula éticamente. En los posibles futuros distópicos la tecnología se vuelve un instrumento de control, vigilancia y desigualdad. Las redes sociales manipulan opiniones y los algoritmos pueden reforzar prejuicios, y los gobiernos o grandes corporaciones pueden utilizar la inteligencia artificial para suprimir libertades. Las redes sociales ya llevan tiempo haciéndonos más tontos (la constatación de un descenso de 7 puntos de CI medio por década en el s XXI no es algo despreciable) y menos sociales, más vulnerables ante el acoso, el individualismo y el egoísmo. Además, los avances en armamento, manipulación genética o sistemas autónomos pueden generar nuevos peligros globales. La ciencia ficción distópica nos recuerda que el progreso sin humanidad puede convertirse en una trampa.
Un futuro híbrido: el equilibrio entre progreso y humanidad
Como siempre, la realidad combinará todas las opciones; esto no significa que el resultado sea equilibrado, pero sí que no será ninguno de los extremos «puros» que podamos imaginar hoy. El escenario más probable será uno intermedio: un futuro híbrido de luces y sombras. La clave estará en la gestión del cambio, qué valores se prioricen y hasta qué punto logremos que la innovación vaya de la mano de la inclusión, la justicia y la sostenibilidad. La ciencia ficción nos permite jugar con en ese equilibrio, a imaginar soluciones y caminos intermedios donde la tecnología no sustituye a lo humano, sino que lo potencia.
Lo que la ciencia ficción nos ha enseñado sobre cómo será el futuro
A lo largo del siglo XX y XXI, la ciencia ficción ha sido un laboratorio de futuros. Obras como 1984 de George Orwell advirtieron del totalitarismo digital mucho antes de que existiera internet. Neuromante de William Gibson anticipó el ciberespacio y las corporaciones omnipresentes. Fundación nos muestra una humanidad expandida por la galaxia, pero aún presa de conflictos sociales y de la evolución de su propia historia.
El futuro es un folio en blanco
Imaginamos cómo será el futuro porque necesitamos pensarlo antes de construirlo. La ciencia, la tecnología y la ficción nos dan las herramientas para proyectar mundos posibles, pero el trazo final depende de las decisiones colectivas. El futuro no está escrito: es un folio en blanco donde cada elección cuenta. La imaginación, más que un lujo, es una herramienta crítica para anticipar, prevenir y transformar.
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